El ocaso

Se han hecho inseparables. Se les ve caminar juntos, mano sobre hombro, cada día y cada tarde. Uno perdió la vista, el otro a su esposa y desde entonces se sostienen, el uno al otro.
Comparten tiempo y espacio, sin otro proyecto que el de caminar juntos hacia el ocaso.
Se conocieron en la residencia en la que el uno vivía y el otro visitaba a diario a su esposa, que necesitaba cuidados permanentes. Mientras ella se alejaba de la vida y de su marido, éste comenzó una entrañable amistad con uno de los residentes a quien nadie visitaba, y que se iba sumiendo poco a poco en la oscuridad.
Y llegó el día en que tocaron fondo, el día en que ambos perdieron definitivamente la luz de su vida. Menos mal que la amistad que fueron tejiendo en los últimos meses, amparó el dolor de la ceguera de uno y la viudez del otro.
Ahora no visita a su esposa, visita al amigo y al encontrarse cada día, le ofrece su hombro para que se sostenga y salen a pasear. Cada mañana y cada tarde, sin faltar un día. Cada uno es el sostén del otro y la amistad es el aliciente que empuja a ambos a tirar de la vida.
A veces, el ocaso desprende destellos de luz.

Lagartija
Lagartija

Políticamente incorrecta. Lic. en Filosofía y CC. de la Educación. Profesora. Psicóloga. También escribo en infohispania.es

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